Sagrados Titulares
INTRODUCCIÓN
Nuestras Sagradas Imágenes son el patrimonio más valioso que tenemos en la Hermandad. Todas las actividades que se organizan en la misma están encaminadas a dar culto público a Dios y a transmitir a los hermanos y fieles Su Palabra. Las imágenes de Jesús a lomos del Borriquillo y María Santísima del Amor son nuestro mejor vínculo con Cristo y su mensaje salvador.
JESUS A LOMOS DEL BORRIQUILLO
Autor: Francisco Palma Burgos (1918-1985)
Pequeño borriquillo junto a la imagen titular de Fernando Cruz (1940)
Cronología: Encargo con fecha 8 de febrero de 1951, la imagen se entregó el 1 de marzo de ese mismo año. Evidentemente, la imagen iba destinada a otra cofradía aunque finalmente pasó a formar parte de nuestro patrimonio.
1ª Salida procesional: Domingo de Ramos, 18 de marzo de 1951.
ANÁLISIS ARTÍSTICO
Esta imagen se puede considerar una de las obras maestras de Francisco Palma Burgos, su propio Borriquillo.
Incidamos en la figura de Cristo y curiosamente vamos a empezar por la mulica. A diferencia de las demás, es oriunda de Úbeda; un verdadero retrato que posó en el taller de Palma. Por documentación oral sabemos que se trataba de una hembra de avanzada edad y muy trabajada por ello que el insigne imaginero advirtiera su psicología y la presentara cansada, vetusta y dócil. Como un animal sabio que intuía que sobre ella portaba al Creador como una verdadera carga ligera.
Cristo aparece montado a horcajadas, en una sola pieza, no es una talla desmontable de la burrita, de ahí su gran valor artístico; además de la existencia de un interesantísimo estudio de pliegues en las vestiduras donde se puede comprobar el peso de las mismas al caer por la fuerza de la gravedad y ser sujetadas por el propio cuerpo de Jesús en movimiento, dejando por ejemplo al descubierto el hombro derecho, mientras que el izquierdo queda protegido por el manto en esa curiosa característica de Palma Burgos de levantar en sus obras un hombro más que el otro.
En referencia a la fisonomía nos presente a un Cristo fuerte, rudo; en esa influencia que él mismo había adquirido en sus visitas a Italia y en la figura del propio Miguel Ángel. En este sentido trasladaba al siglo XX una imaginería musculosa muy en contradicción con lo que sus coetáneos estaban practicando; Ruiz Olmos era el clasicismo de dolor silencioso, Víctor de los Ríos la escena neobarroca con unos rasgos muy personales, Vasallo Parodi había apostado por la calidad más tradicional.
En este sentido Palma Burgos fue un innovador, bien es cierto que había recibido influencias de Mariano de Benlliure, pero mientras que el gran maestro levantino tenía una preocupación única en la anatomía perfecta, como si de un estudio de medicina se tratase, Palma lograba trasmitir la fuerza del músculo desarrollado, del hueso pesado; de la fuerza interior del Dios hecho Hombre.
De ahí sus rostros espirituales. Si nos fijamos en la imagen que nos acontece nos encontramos con un Jesús que dirige su bendición al fiel entrando en conexión directa con el mismo y trasmitiéndole la tranquilidad de la propia ternura especial que debía de tener Cristo. Al mismo tiempo que su rostro no es el de una persona normal; nos muestra un Ser espiritual, de otro mundo. Con mayor claridad nos indica el propio alma de Cristo.
Posiblemente Don Francisco conociera muy bien los rostros espiritualizados del Greco por su ferviente locura y amor por el Renacimiento y lo que el pintor griego consiguió hacer con el pincel, él lo intentó con la gubia y verdaderamente hubo imágenes donde lo consiguió como es este caso.
No tiene la necesidad de incorporar un grupo de imágenes secundarias, pues el grupo existe en tanto que el fiel es partícipe de la conexión directa con el Cristo sin la necesidad de existir mediaciones. Es el pueblo el que le saluda y al cual Él bendice. No hay duda de que se trata de una imagen única de valor incalculable que desde mil novecientos cincuenta y uno pertenece a la Hermandad y a la Ciudad.
RESTAURACIÓN
A cargo de Carlos Guerra en 1997.
AJUAR DE TEJIDOS Y ORFEBRERÍA
Potencias de
Mantolín de
Barboquejo de
BIBLIOGRAFÍA
LORITE CRUZ, Pablo J. “¡Bendito el que viene en nombre de David!” El misterio de la entrada triunfal de Jesús en Úbeda, una obra maestra de Francisco Palma Burgos. Jerusalem. Real Cofradía de la Entrada Triunfal de Jesús en Jerusalén y María Santísima del Amor, Úbeda, 2009, N.º 20. Pág. 130-134.
MARÍA SANTÍSIMA DEL AMOR
Autor: José María Palma Burgos (1928-2013)
Cronología: Encargo de Manuel Fernández Peña para la Cofradía. La imagen se bendijo en 1986.
1ª Salida procesional: Domingo de Ramos, 19 de marzo de 1989.
ANÁLISIS ARTÍSTICO
RESTAURACIONES
El propio autor realizó una pequeña restauración corrigiendo aspectos relacionados con la mirada de la imagen.
AJUAR DE TEJIDOS Y ORFEBRERÍA
Varales de palio (1989) y corona (1997) de Orfebrería Villarreal. Candelería de Blas Pérez (1997). Jarras de Orfebrería Sevillana (2002). Manto de terciopelo verde, bordado por Perales (2004). Gloria de Esther Moreno (2004). Saya de Javier García y Martín Suárez (2001).
La advocación mariana del Amor,
una denominación afín a las gozosas derivadas
Dentro de la religiosidad popular que lleva a la creación de la Semana Santa, la Virgen comienza a aparecer detrás de todos los pasos de misterio, pero existen dos momentos en que la Virgen no puede estar triste y si llora no lo hace de dolor, sino de alegría, concretamente nos referimos a los que tradicionalmente (salvo excepciones) son el primer y último paso de la semana santa; la Entrada Triunfal de Jesús en Jerusalén y la Resurrección del Señor. Hay que denominar a estas vírgenes como gozosas derivadas, pues no acompañan al Niño pequeño, pero sí están presentes en la idea de la glorificación de Jesús. Toda esta clase de vírgenes suelen recibir advocaciones muy concretas que se distancian de las dolorosas, Paz, Amor…
Volviendo a la advocación mariana, como en la mayoría de las vírgenes de candelero no podemos encontrar un atributo que nos pueda demostrar la advocación del Amor, simplemente la placa que toda Virgen muestra sobre su pecherín. Sin embargo debemos de tener en cuenta que las advocaciones marianas salvo casos muy especiales no se muestran, se reflexionan. Una advocación no se marca por mero capricho, sino que es un gesto definitorio de la misma hermandad que ha de tener en cuenta, en la forma de vida de sus hermanos aquella virtud cual han querido arcar en sus vidas como cofrades.
Concluimos con la idea de que el Amor es una advocación muy factible y generalizada y que al comienzo de la Semana Santa Ubetense podemos recordar y reflexionar gracias a la hermandad para la que escribo estas palabras.
Pablo Jesús Lorite Cruz.
Licenciado y DEA en Humanidades.